Nieves Soria
PSICOANALISTA
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ARTE Y PSICOANÁLISIS
 

Clase sobre literatura y psicoanálisis - Shakespeare y Goethe
Sin duda la literatura nutre al psicoanálisis y me gustaría intentar trasmitirles algo de esta incidencia, y también, más específicamente, de la incidencia del deseo del poeta en el deseo del analista, o la cercanía o la proximidad que quizás podemos intentar atisbar entre lo que es el deseo del analista y el deseo del poeta, ya que hoy me toca hablarles de Shakespeare y de Goethe

Sin duda la literatura nutre al psicoanálisis y me gustaría intentar trasmitirles algo de esta incidencia, y también, más específicamente,  de la incidencia del deseo del poeta en el deseo del analista, o la cercanía o la proximidad que quizás podemos intentar atisbar entre lo que es el deseo del analista y el deseo del poeta, ya que hoy me toca hablarles de Shakespeare y de Goethe.
No sé si ustedes saben que Freud tomó la decisión de estudiar medicina después de escuchar una conferencia en al cual Goethe habló de la naturaleza. Evidentemente fue la manera en que Goethe habló de la naturaleza lo que llegó a Freud, ya que, ustedes saben, Goethe además de ser un escritor era un pensador, tenía toda una concepción respecto de la armonía, de la naturaleza y demás. Pero evidentemente fue la palabra del poeta Goethe en su concepción de la naturaleza la que tocó a Freud de un modo singular llevándolo a esta elección.
 Podemos decir entonces que Freud fue contagiado por este deseo de Goethe,  y es así como en el campo de la medicina él fue más allá de los límites implicados en la visión biológica del cuerpo. En el deseo de Freud se trata de una poesía que tiene que ver con el cuerpo pero que a su vez se despega de él.
Así, podemos decir que la invención del psicoanálisis por parte de Freud es también una consecuencia de la inspiración recibida del deseo de Goethe en esta conferencia, que marcó de alguna manera el destino de Freud y el destino nuestro también, ya que de algún modo que estemos acá es gracias a ese encuentro de deseos.
Antes de comenzar a hablar de estos dos autores, de Shakespeare y de Goethe, quería comentarles algunas cosas que dice Lacan en algunas clases del Seminario XXIV, seminario que tiene ese título que juega con el equívoco y por eso mismo no se traduce, que se llama “L’insu que sait de l’une bévue, c’est l’amour”. El título mismo de ese seminario es un título poético, y en algunas clases de ese seminario Lacan acerca la interpretación psicoanalítica a la escritura poética y el punto exacto de aproximación entre ambas es ubicado por él en lo que da en llamar la violencia ejercida sobre la lengua.
En la clase del 15 de marzo del 1977 dice:
 ”El psicoanálisis es una estafa que cae justo en relación a lo que es un significante, o sea algo muy especial, que tiene efectos de sentido.” “…el psicoanálisis no es más una estafa que la misma poesía.” “Si la lengua es el fruto de una maduración, de una madurez, que se cristaliza en el uso, la poesía resulta de una violencia hecha a este uso.”
Se trata de una violencia ejercida sobre la lengua misma, sobre la lengua como lo que cristaliza del uso común, y sabemos que en la interpretación analítica siempre se trata de un forzamiento respecto del uso común de la lengua, y se trata de un artificio semejante al que emplea el poeta para lograr el efecto propio de su labor.
 También en la clase del 19 de abril de 1977 va a proponer que en el psicoanálisis se hace sonar algo distinto que el sentido, y que es de lo que se trata en la escritura poética. Y va a decir:
 “Es en tanto que una interpretación justa extingue un síntoma que la verdad se especifica por ser poética.”
Y agrega: “No es del lado de la lógica articulada - aunque yo me deslice así llegado el caso - que hay que sentir el alcance de nuestro decir.”
A partir de esto podemos deslindar una doble incidencia de la literatura en el psicoanálisis: por un lado estaría toda la vía de la formalización a partir del texto literario, lo que hace Lacan, por ejemplo, con el texto de Joyce.
Y al lado de esa vía (y allí vamos a encontrar especialmente la manera en que se sirven de textos de Shakespeare y de Goethe), la posibilidad para Freud y Lacan de incluir en el espacio de la enseñanza la transmisión de la resonancia que está en juego en la interpretación analítica.
Hay una doble incidencia de la literatura sobre el psicoanálisis y tanto  Freud como Lacan se han servido de los textos literarios para hacer pasar, para poder trasmitir a su audiencia aquello que escapa a la formalización, que está en el corazón de la experiencia analítica y que tiene que ver con la poesía.  Podríamos decir entonces que la clínica psicoanalítica se encuentra también por esa vía en el campo de la poesía y es lo que hace que podamos hablar de una validez del texto literario como texto clínico.
Tanto Shakespeare como Goethe son tomados por Freud y por Lacan para referirse a cuestiones nodales respecto de la estructura del deseo, particularmente en el campo de la neurosis, para trasmitir, con todos sus matices, con todas sus sutilezas, con todas sus variaciones, las características del deseo neurótico.
 Vamos a comenzar entonces por Shakespeare, y particularmente por la obra de teatro sobre la que más se ha trabajado en el campo intelectual, especialmente en el psicoanálisis, que es Hamlet. Ustedes saben que Freud se refirió algunas veces a esta obra pero después la mayoría de los analistas posfreudianos ha escrito sobre esta obra de Shakespeare: Jones, Otto Rank, entre otros. Y muchos de ellos son retomados por Lacan en su seminario. Lacan le dedica muchas clases del Seminario VI “El deseo y su interpretación” a esta obra de Shakespeare. Hay algunas referencias posteriores, también en el seminario X “La Angustia”, pero fundamentalmente es en el seminario sobre el deseo que Lacan va a hacer una interrogación minuciosa de esta pieza de Shakespeare.
No sé si conocen la referencia de Freud. La primera vez que Freud escribe sobre Hamlet, es en una carta que le dirige a Flies, se trata de la  Carta Nº 71, en la que diagnostica a Hamlet de histérico. Esta carta es de octubre de 1897 y hace una interpretación edípica de la tragedia de Hamlet, en la que propone que la tortura que le depara a Hamlet el oscuro recuerdo de haber meditado la misma fechoría que cometió su tío contra su padre, por pasión hacia la madre, es lo que provoca la inhibición de su acción. Hipótesis que Freud corrobora con la siguiente frase de Hamlet: “Trátese a cada hombre según se le merece y ¿quién se libraría de ser azotado?”. Estas cavilaciones y vacilaciones lo detienen frente a la realización de un acto (que es el acto que le encomienda el fantasma de su padre): se trata de  asesinar a su tío, al usurpador del trono y de la madre, es decir, un acto que está seguro de deber realizar.
No se trata de que Hamlet dude respecto de si debe o no realizar esa acción, sino de que algo lo detiene. Las dudas versan sobre otras cuestiones. Ustedes recordarán que finalmente Hamlet sólo logra matar a su tío después de haber sido herido de muerte por Laertes, por lo que Freud interpreta que Hamlet se procura una punición experimentando un destino idéntico al de su propio padre, y que sólo de ese modo puede realizar este mandato superyoico del padre.
 Hay dos cuestiones que señala Freud respecto de la posición de Shakespeare y de la posición de Hamlet que van a ser retomadas por Lacan. Acerca de la posición de Hamlet Freud va a ubicar una transferencia del crimen de su padre sobre Ofelia. ¿Tienen presente la obra de Hamlet? ¿Recuerdan que hay un momento de la obra, a partir de que Hamlet, sin saberlo, asesina al padre de Ofelia, en que Ofelia entra en un estado de locura y finalmente se suicida? Y en realidad es a partir del entierro de Ofelia y del momento en el cual presencia el dolor muy fuerte que atraviesa al hermano de Ofelia, que Hamlet parece ponerse en la vía de realizar el acto de matar a su tío. Entonces Freud plantea la pregunta de si no se trata de una transferencia del crimen de su padre sobre Ofelia, es decir que allí donde el padre es asesinado, a ese mismo lugar que ocupa el padre, va a venir esta mujer que hasta el momento en el que Hamlet se encuentra con el fantasma de su padre, era el objeto de un amor exaltado y sublime y que cae inmediatamente después del encuentro de Hamlet con el fantasma de su padre.
A partir del encuentro de Hamlet con el fantasma del padre, el objeto amoroso pierde ese velo, esa vestimenta que lo hacía amable. En ese punto podríamos decir que lo que es más claro en esta tragedia, (y que después vamos a encontrar más desplegado en Lacan), es que a partir del encuentro de Hamlet con el fantasma de su padre, él lleva a la muerte a esta mujer. Ese es un punto que me parece que es crucial y va a ser retomado por Lacan.
La otra cuestión es que Freud señala algo de la posición de Shakespeare respecto de esta obra, cuando dice en esa carta a Fliess que lo inconsciente dentro de Shakespeare comprendió lo inconsciente del héroe. Más adelante, en “La interpretación de los sueños” en el capítulo del “Material y las fuentes del sueño”,  va a decir que Hamlet era un histérico porque manifiesta claramente en ese diálogo con Ofelia una repugnancia por lo sexual. Y lo que va a plantear entonces Freud es que esa misma repugnancia por lo sexual alcanza en Shakespeare cada vez mayor expresión en las obras que él realiza a partir de ese momento.
 Es decir que es posible, según Freud, encontrar en Shakespeare mismo una repugnancia de lo sexual que es creciente a partir de la escritura de Hamlet. Hay otra cuestión que apunta Freud, que también va a ser retomada por Lacan, y es que Shakespeare escribe Hamlet poco tiempo después de la muerte de su padre, es decir que hay una coincidencia entre lo que es el duelo de Shakespeare y este duelo del que se trata también en la obra de Hamlet por su propio padre.
Entonces del lado del autor, Freud va a señalar cómo esta obra se encuentra en un punto de interrogación respecto de la cuestión sexual, en el punto de interrogación que según Freud va a tomar la forma de un rechazo, de una repugnancia de lo sexual y eso lo va a llevar a este diagnóstico de histeria. Vamos a ver que para Lacan no va a ser exactamente así, pero sí vamos a encontrar en Lacan también una interrogación acerca de la posición respecto del sexo en Hamlet y en consecuencia en Shakespeare.
Es decir que tanto Freud como Lacan se sirven del texto de Hamlet para ubicar cuestiones de la estructura del deseo en la neurosis, tomando a Hamlet como un exponente de la neurosis. Lacan va a decir que Hamlet no es un caso clínico, va a decir que Hamlet no tiene una neurosis, sino que Hamlet es la neurosis. Es la estructura misma de la neurosis y por eso mismo es que a partir de Hamlet podemos precisar manifestaciones tanto del deseo histérico como del deseo obsesivo, es decir, en última instancia, del deseo neurótico en tanto tal. Pero también para interrogar la obra, para interrogar al autor, y en última instancia van a ubicar algo de la subjetividad del autor en función de la interrogación de la obra. Lacan no da el paso de diagnosticar a Shakespeare, simplemente ubica una cuestión que a él le parece central, que es adonde nos dirigiremos ahora.
Todo el comentario que hace Lacan sobre Hamlet se centra alrededor de lo que él va a ubicar como la significación del objeto femenino. La interrogación que hace Lacan del texto da muchas vueltas, es muy minuciosa, muy paso a paso, tomando casi cada fragmento de la obra, y eso lo lleva por distintos lados, ya que además él se ocupa de leer todos los textos que se han escrito sobre el tema. Entra entonces en debate con algunos otros autores, pero siempre, todo gira alrededor de la significación del objeto femenino. Y es esta interrogación acerca de la significación del objeto femenino la que Lacan la va a situar como un problema de Shakespeare.  Y es quizás por esa vía que Lacan nos acerca de algún modo a este diagnóstico de histeria que proponía Freud.
Lacan va a plantear que en toda la obra se trata de la elaboración por parte de Hamlet del complejo de castración. Va a ubicar a Claudio (al tío de Hamlet y nuevo rey) como la encarnación del deseo mismo de Hamlet, siguiendo los pasos de la lectura freudiana y va a ubicar a Ofelia como la encarnación de lo que él llama: el drama del objeto femenino. Efectivamente, el objeto femenino le resulta dramático al neurótico.
Y una cuestión interesante de este punto de la validez del texto literario como texto clínico, es cómo Lacan dice que él siguiendo a Freud considera que las creaciones poéticas “engendran más que lo que reflejan las creaciones psicológicas”. Es un poco alusiva la expresión, pero me parece que él está apuntando a que quizás se puede extraer más como texto clínico de un texto literario que de un caso de la práctica. Cuando Lacan dice que Hamlet no es un neurótico sino que es la neurosis, se saltea ese pasaje de lo singular a lo universal, siempre presente en la práctica con pacientes. Como justamente Hamlet no es singular, sino que es directamente un tipo del universal, ya es la presentación misma de la neurosis, no es un neurótico. En ese sentido se puede aprehender más directamente la estructura, no está la necesidad de despejar lo singular del caso que encontramos en nuestra práctica con pacientes.
Respecto de la articulación entre el personaje y el autor, existe toda una serie de estudios psicoanalíticos, especialmente por parte de los posfreudianos, que se dedican a continuar en la vía abierta por Freud interrogando la evolución de algún posible conflicto psíquico en Shakespeare a partir de la obra. Lacan no lo sigue a Freud por ese camino. En verdad, tampoco es un camino que Freud recorre, sino que queda abierto a partir del planteo que él hace.
A partir de las investigaciones realizadas por Lacan, él llega a la conclusión de que hay suficientes pruebas de que la vida de Shakespeare fue una vida muy dichosa, como la de pocos. Y dice: “…todo nos indica que su vida no ha transcurrido sin ser atravesada por todas las solicitaciones y todas las pasiones. Que esté allí el drama de Shakespeare detrás de Hamlet, es algo secundario.”
Claramente, lo que le interesa en todo caso situar respecto del autor es un saber hacer con esta experiencia vivida, con este problema que en última instancia él va a decir es el problema del objeto sexual, del objeto femenino. Después vamos a ver qué dice Lacan respecto de la posición sexual de Shakespeare.
En su interrogación de Hamlet Lacan va más allá de lo que sería la interpretación clásica edípica que realiza Freud del texto. Por ejemplo, Lacan va a decir que en realidad no se trata tanto en este caso del deseo por la madre como del deseo de la madre. Y entonces va ubicar como central en Hamlet (pero también podríamos decir que es una cuestión central en la neurosis) el deseo de la madre, a diferencia de lo que sería la versión anecdótica del Edipo en Freud, en donde se trata del deseo del nene por la madre.
El deseo de la madre, el deseo de la madre en tanto mujer es lo que atraviesa el texto como interrogación, esta madre que a los dos meses que su marido muere se casa con el hermano de éste y es allí donde encuentra su lugar esa famosa frase de que la comida del velorio es la que sirvió después para el casamiento. Lo que Hamlet verifica es que no hubo ahí en el deseo materno ninguna manifestación de una división, de algún duelo, de algún espacio vacío dejado por la muerte del padre. Y son las características de este deseo materno del que Lacan dice que más que deseo es un engullimiento, situándolo del lado de la voracidad, como lo que interroga y tortura a Hamlet, pero que también podemos ubicar como nodal en cualquier neurosis.
 Entonces por un lado está la cuestión del deseo de la madre en lugar de deseo por la madre. Y siguiendo la misma línea dice: “¿Será que él no puede atacar al poseedor de la madre sin despertar en sí mismo ese antiguo deseo?” No se trata  tanto aquí de lo que sería la interpretación freudiana de que él en realidad se siente culpable por haber deseado a la madre y por eso no puede matar a Claudio, sino más bien de que él huye frente a la manifestación de su propio deseo. Que si él se acerca a Claudio para matarlo también va a ver florecer, a revivir ese deseo. Y de lo que se trata en Hamlet (y es algo que va a subrayar Lacan a lo largo de todo el seminario) es de la fuga del neurótico frente al objeto de su deseo y de cómo más bien él se defiende de la emergencia de su propio deseo al defenderse del acto.
Desembocando un poco en lo que sería la cuestión medular del planteo de Lacan, la que de alguna manera retoma algunas cuestiones que indica Freud, vamos a ver cómo Lacan sobre el final del seminario va a ir acentuando cada vez más como central la respuesta de Hamlet al encuentro con el fantasma del padre. Lacan va a plantear que en realidad el encuentro con el fantasma del padre lo que provoca en Hamlet como sujeto es una vacilación fantasmática.
Me parece importante situar el estatuto de esa vacilación fantasmática, ya que no se trata para nada de que él pierda apoyo en el fantasma o de que se quede sin fantasma, como ocurre en ciertos casos de vacilación fantasmática donde realmente lo que emerge es la angustia masiva, sino que más bien se trata de una hiperpresencia del fantasma, que parece desbordar el marco de la escena de su mundo, y que además desplaza, y podríamos decir también que desinviste, al objeto femenino.
Lacan se va a detener en el hecho de que la escena siguiente a la del encuentro de Hamlet con el fantasma del padre es la escena en la que él se encuentra con Ofelia, y donde se muestra como ido, la mira como si fuera un bicho raro. Cayó el amor, claramente cayó de ese lugar de objeto de amor, o sea que el efecto inmediato de esta vacilación fantasmática, de este encuentro más bien con una especie de realización del fantasma, es la caída de esa mujer del lugar de objeto de amor, como si el padre se ensanchara hasta ocupar todo el lugar.
 Y en ese punto de alguna manera sí el caso de Hamlet es paradigmático para dar cuenta de la lógica del deseo en la neurosis obsesiva, donde es el lazo con el padre muerto lo que le sirve al obsesivo como defensa frente al objeto femenino. Podríamos decir que el obsesivo se sirve del padre muerto, de la muerte misma en última instancia para mantenerse a distancia del encuentro con una mujer. Y  Hamlet lleva este movimiento hasta las últimas consecuencias.
 Allí nos reencontramos con Freud cuando habla del desplazamiento del crimen del padre al crimen de Ofelia, porque termina con ella, termina con una mujer. Se trataría en este punto de una neurosis obsesiva realizada, que logra efectivamente terminar con el objeto femenino y que con lo que no logra terminar es con el padre, ya que sólo logra terminar con el padre cuando termina consigo mismo, en el momento de su muerte.
Es algo parecido a lo que dice Lacan en “Función y campo de la palabra…” respecto del Hombre de las ratas: que no logró romper sus nupcias con la muerte y cómo finalmente estas nupcias se plasman con su muerte en la guerra del ’14. Es una interpretación muy llamativa, muy audaz que hace Lacan de la muerte del Hombre de las Ratas, en la que indica que Freud no lo llevó a perder a la muerte como partenaire, que no pudo desalojar a la muerte como partenaire y que esto lo llevó al Hombre de las Ratas a una realización de la muerte. Es lo mismo que encontramos en Hamlet. Hamlet solamente puede matar a Claudio cuando ya está herido de muerte, es decir que muere con el padre, muere como  el padre, que es lo que también señala Freud, no sin antes terminar para siempre con el objeto femenino.
Esta sería un poco la vía de interrogación del deseo de la neurosis obsesiva que abre el caso Hamlet. Está todo el tema de la postergación del acto que va a ser señalada con insistencia por Lacan: nunca es el momento. Hay una escena (ustedes recordarán) donde se encuentra Hamlet con el tío rezando, lo tiene ahí todo para él, para asesinarlo, pero no lo asesina porque piensa que va a ir al cielo, y que entonces no va a retorcerse en el infierno, que era lo que le había dicho el padre que tenía que ocurrir. Entonces no es el momento, y nunca es el momento hasta que a costa de su propia vida él puede matarlo. No solamente eso, sino que también Lacan va a señalar que Hamlet está todo el tiempo suspendido a la hora del Otro, como hace el obsesivo y que en realidad el final de la obra también es así. La manera en que él entra en la escena en la que finalmente hiere de muerte a Claudio, Lacan la sitúa como una realización fantasmática. ¿Por qué? Porque es el momento en el que parece que él ya ha recobrado su deseo y que va  efectivamente a matar a Claudio, sin embargo Claudio le dice que entre en un duelo con Laertes, que era el hermano de Ofelia, que tenía sus motivos para querer matar a Hamlet porque Hamlet había matado a su padre, a Polonio. Entonces Claudio lo instiga a Hamlet a entrar en duelo, en combate con Laertes y Hamlet se presta a eso. Lacan señala ahí que es justamente como objeto del Otro que él entra en esa escena donde finalmente casi por una especie de acto fallido lo termina matando a Claudio. Entonces podríamos decir que es un caso que muestra la estructura neurótica desde el principio hasta el final, como una realización del deseo en tanto neurótico. Esto del lado de la neurosis obsesiva.
También va a situar cuestiones del lado del deseo histérico en Hamlet siguiendo más la vía de Freud. Fundamentalmente lo que va a situar ahí del deseo histérico Lacan, es el hecho de que respecto del deseo, de lo que se trata para la histeria es de poder encontrarse, de poder situarlo. Hay una dificultad en la histeria para el alojamiento, para la localización del deseo, y es en ese punto que él ubica a Hamlet como histérico. Hay una escena de la obra en la cual lo plantea especialmente, es lo que se llama la escena dentro de la escena: en el tercer acto, cuando llegan unos actores al castillo y entonces Hamlet les pide que representen una obra en la cual se representa tal cual la escena del envenenamiento de un rey por parte de su hermano y que se casa con su mujer, reproduciendo exactamente lo que el fantasma de su padre le contó que le pasó. La intención de Hamlet es conmover a su tío, conmover a Claudio, ponerlo entre la espada y la pared, pero lo que ocurre es que después él no puede ir con la espada, lo pone contra la pared, pero no puede alcanzarlo con la espada. Logra que Claudio se levante ofuscado de la representación.
Pero lo que va a plantear Lacan es que eso no es lo central de la escena, que lo central de la escena es la agitación intensa en la que se encuentra el propio Hamlet desde el comienzo de la misma, y lo que va a situar ahí Lacan es claramente la necesidad del neurótico histérico de situar su deseo, de ubicarlo, de localizarlo. Y si bien Hamlet dice racionalmente que arma esta escena para conmover, para provocar a Claudio, en última instancia la arma para poder verse, para poder ubicarse a sí mismo allí. ¿Cómo lo va a demostrar? Lo va a demostrar porque en realidad en esta escena el asesino no es quien tendría que ser según el cuento del padre, el hermano del rey, sino el sobrino, es decir alguien de la generación anterior, como sería su propio caso respecto de su padre. Es un sobrino que mata a su tío. Sería él mismo matando a su tío (que es lo que tiene que hacer), pero también él mismo matando a su padre. Entonces en esta vuelta que le da Hamlet, supuestamente para encubrirla y hacerla un poco distinta, en realidad lo que hace es ubicarse a sí mismo para poder verse allí y en ese punto el ubica el deseo histérico.
Finalmente, para terminar con Shakespeare por hoy, voy a plantearles un poco lo que ubica Lacan como posición de Shakespeare respecto del problema sexual, y en algún punto se junta con el planteo de Freud cuando dice que en realidad en Hamlet hay una interrogación por parte de Shakespeare respecto de alguna repugnancia por lo sexual.
Ustedes saben que se dice que Shakespeare era homosexual. No todos los investigadores de Shakespeare están de acuerdo sobre ese punto, Lacan lo da por zanjado (era homosexual) pero lo que me parece interesante es cómo Lacan toma un soneto de Shakespeare, es la clase 18 del Seminario VI “El deseo y su interpretación”. En este soneto Shakespeare habla del objeto de amor como un objeto del mismo sexo y le dice a este objeto de amor que tiene todas las apariencias que para él satisfacen el amor en aquello en que se asemeja en todo a una mujer, pero que no tiene más que una muy pequeña cosa de la que la naturaleza ha querido proveerlo, Dios sabe por qué, y que con esta pequeña cosa él desgraciadamente no tiene nada que hacer y que está muy desolado de que eso deba ser las delicias de las mujeres.
 Entonces lo que va a ubicar aquí Lacan en Shakespeare es una posición homosexual, pero no perversa, ya que justamente queda dividido por el falo. Queda dividido y en una posición de falta, no sabe qué hacer con eso, a diferencia del perverso que justamente (en el caso de la homosexualidad perversa) sólo sabe hacer con el falo fetichizado. A Lacan no le interesa para nada diagnosticar a Shakespeare, eso está claro, pero lo que a mí me parece interesante es cómo finalmente este problema del objeto femenino, o esta repugnancia por el objeto femenino que encontramos en Freud la volvemos a encontrar, de otra manera, en esta interrogación que hace Lacan del autor a través del personaje. Y lo que también me parece interesante es cómo va a ubicar una posición homosexual, no del lado de la perversión sino del lado de la neurosis, digo esto para contraponerlo quizás a lo que veamos en la próxima clase respecto de la posición perversa, en el texto de Sade.
Estas son algunas de las cuestiones que me parecían quizás más interesantes respecto de cómo se sirven Freud y Lacan del texto de Shakespeare. Ahora voy a pasar a Goethe.
Como les decía, Goethe tuvo una influencia fundamental en Freud, al punto que podríamos proponer a la decisión misma de Freud de meterse con los cuerpos y de ir más allá de ellos, de meterse en la medicina y después inventar el psicoanálisis como un impulso inspirado por la versión poética del cuerpo que recibe de Goethe. También algunos sueños, particularmente uno de “La interpretación de los sueños” en el que claramente Goethe queda ubicado para Freud en el lugar del padre. Él mismo lo dice, que en muchos de sus sueños Goethe es el símbolo del padre. También en la alocución que realizó Freud en la casa de Goethe poco después de recibir el premio Goethe de literatura, él plantea justamente a Goethe como un precursor del psicoanálisis, diciendo que Goethe tenía la  intuición de muchas de las cuestiones que él después formalizó.  Y se va a detener particularmente en un texto de Goethe que se llama “Las afinidades electivas”, el cual es muy interesante porque justamente lo que hace es plantear el amor en términos de lo que sería una formalización química, y es allí donde Freud indica cómo hay algo del orden de lo que después va a ser el psicoanálisis, ya presente en el tratamiento que hace Goethe del amor en ese texto.
La otra cuestión interesante que va a plantear Freud es que Goethe había hecho algunas incursiones psicoterapéuticas, es decir que a algunas personas que se habían acercado a él hablándole de sus conflictos y demás Goethe trató de darles una ayuda psíquica (dice Freud), de la que subraya que era sistemática, que tenía un método. Freud aclara que no se trataba de palabras de consuelo, tampoco se trataba de algo del orden de la confesión en la religión católica, sino que iba mucho más allá de eso. Freud no da detalles, pero sí dice que había un método con el cual el trataba a las personas y que en muchos aspectos se aproximaba a lo que después él inventó como psicoanálisis.
Así que claramente Freud le da este lugar de precursor, en lo objetivo y en lo subjetivo, tanto porque hay huellas en la obra misma de Goethe de intuición respecto de cuestiones centrales del psicoanálisis, de los fundamentos mismos del psicoanálisis, como en lo personal, en el punto en que el deseo de Goethe contagia a Freud de alguna manera. Y otro punto que señala Freud como central en Goethe es que él tenía la idea de que las vivencias infantiles eran determinantes para las personas. Hay algunas citas... Cita por ejemplo a Goethe  en la dedicatoria de “Fausto” cuando dice:
“De nuevo aparecéis formas flotantes como ya antaño ante mis turbios ojos ¿debo intentar ahora reteneros?”
 Y un poco más abajo:
 “...y cual vieja leyenda casi extinta la amistad vuelve y el amor primero.”
Esta idea del amor primero que vuelve,  está también presente cuando se encuentra con una mujer por la cual sintió una intensa atracción amorosa. Goethe prorrumpe en una exclamación que dice: “¡Ah! Fuiste en tiempos pasados mi hermana o mi mujer.”
Y también va a citar a Goethe en un pasaje en el que se refiere a la vida onírica de esta manera, dice: “Lo no sabido por los hombres o aquello en lo cual no repararon vaga en la noche por el laberinto del pecho.” Lo no sabido es una de las últimas definiciones que da Lacan del inconciente, lo no sabido que sabe.... Ya está en Goethe.
Digamos que todos los fundamentos centrales de su teoría, Freud los encuentra ya presentes como intuiciones en la escritura misma del poeta. Otra cosa que le impacta a Freud, y a la que hace referencia en más de un lugar (por ejemplo, en “La interpretación de los sueños”, en “Estudios sobre la histeria”) es que Goethe en algún lugar se refiere al nombre propio como piel. Es muy interesante, es algo que me parece que en Freud también queda del lado de la intuición, no llega quizá a extraer demasiadas consecuencias, pero se detiene en eso, se da cuenta de que ahí Goethe está diciendo algo fundamental.
Y finalmente ustedes saben que Freud escribió un texto que es “Un recuerdo de infancia en poesía y verdad”, un texto de 1917 donde él toma en realidad “Poesía y verdad”, que es una autobiografía de Goethe (muy difícil de conseguir). Él toma un recuerdo infantil que es llamativo por lo anodino, y justamente en ese punto le resulta enigmático a Freud, que intenta descifrar su lugar en esa autobiografía, ya que es de alguna manera la forma en la que Goethe se presenta a sí mismo.
 En esta autobiografía Goethe comienza contando que en realidad casi muere al nacer, es decir que lo consideraban muerto cuando nació. Y esa marca de la muerte está presente a lo largo de su vida. A continuación el primer recuerdo que tiene es de los cuatro años y es este recuerdo en el cual él alentado por unos tíos o primos, no sé, mientras los padres dormían la siesta, empieza a tirar toda la vajilla de la casa por la ventana y hacen un destrozo con todas las cosas de la cocina. Este recuerdo queda ahí y Freud dice: ¿por qué permaneció este recuerdo que es tan banal, tan anodino? Y lo descifra, lo interpreta a la luz de su propia práctica como analista a partir de algunos encuentros con recuerdos infantiles en sujetos obsesivos, parecidos a éste, que a la luz del análisis pudieron ser descifrados.
Lo que va a plantear Freud respecto de Goethe es que él y su hermana fueron los únicos dos de una serie de muchos hermanos que sobrevivieron, es decir que morían hermanos bastante seguido en esa familia, y hubo uno particularmente que llegó a vivir seis años, que nació después de él pero que llegó a vivir seis años, del cual no hay ningún registro en su biografía. Lo que también le resulta llamativo a Freud y entonces llega a la conclusión de que en realidad este recuerdo infantil es la expresión de un deseo de devolver por la ventana a la cigüeña a ese hermanito que había nacido, y en realidad Freud de alguna manera corrobora esta interpretación cuando lee en algún lugar que la madre de Goethe estaba muy sorprendida de que Goethe no había derramado una sola lágrima cuando murió este hermano, que, como les decía, tenía seis años y era camarada de juegos de él. Y que además se enojaba mucho cuando los padres expresaban su tristeza y su dolor por la muerte de este hijo, y que cuando la madre le preguntó a Goethe: ¿vos no estás triste porque murió tu hermanito? Él agarró y sacó de debajo de la cama un montón de libros y cosas que había guardado para enseñarle al hermanito.
 La lectura que hace Freud de esto es que Goethe en realidad quería demostrar su superioridad respecto del hermano, que la desaparición del hermano fue más bien una realización de su deseo y que esto está de alguna forma reprimido y manifestado en este recuerdo de la infancia. Entonces de alguna manera lo que encontramos en esta lectura que hace Freud de “Poesía y verdad”, donde el personaje es el autor, ya que la autobiografía obviamente es una ficción en la que el autor busca hacer de sí mismo un personaje, y es en este punto que Freud lo interroga, ubicando este deseo de muerte de Freud... de Goethe por su hermanito.
 Es un deseo de muerte de Freud también ¿en qué sentido? Que lo saca a Goethe de este lugar de padre. En este texto lo pone de alguna forma en el diván y lo analiza, haciéndose él mismo (podríamos decirlo así) padre de Goethe. Lo hace un caso y lo somete a su interpretación. La lectura de Freud es que se trata de un deseo de muerte de Goethe hacia este hermanito y que de alguna manera el hecho de que él se presente con este recuerdo infantil en su autobiografía sería una manera, dice Freud, en que él se presenta en relación con esta marca de la muerte diciendo: en realidad yo tuve la suerte de haber sobrevivido a pesar de que en realidad me consideraban muerto y finalmente es mi hermano el que murió, según mi deseo.
Lacan también se va a detener en “Poesía y verdad”, pero en un recuerdo de la juventud de Goethe, de cuando Goethe tenía veintidós años, en oportunidad de su seminario sobre neurosis obsesiva, sobre el Hombre de las ratas.
 De esta lectura que hace Lacan de ese recuerdo de “Poesía y verdad” tenemos el texto  “El mito individual del neurótico”, que es una conferencia que él dio en la misma época que estaba dando ese seminario y de donde extrae lo central de lo que él planteó respecto del texto de Goethe. Me parece que acá está extraído lo central, además que ese seminario no fue revisado por Lacan,  mientras que “El mito individual del neurótico” sí, me parece que Lacan no estaba muy de acuerdo con algunas versiones que circulaban del seminario.
Lo que es interesante, es que él hace ahí una especie de contrapunto entre el Hombre de las Ratas y Goethe mismo en este recuerdo de juventud, para ubicar una cuestión que él quiere trasmitir en ese momento, que no es demasiado retomada después en la enseñanza de Lacan, que lo que él llama allí el desdoblamiento narcisista en la neurosis en general, pero particularmente en la neurosis obsesiva. Lo que quiere introducir ahí Lacan es el cuatro (que seguramente será retomado luego, de manera bastante diferente), lo que él hace es releer la estructura neurótica desde el cuatro, introduciendo un cuarto término a los que serían los tres términos del Edipo freudiano. Incluso él propone en el texto mismo que hay que hacer una crítica de todo el Edipo freudiano y lo que hace a través de la lectura que hace del Hombre de las Ratas y del recuerdo de juventud de Goethe es mostrar este lugar estructural que tiene en la neurosis este cuarto que él ubica en este texto como la muerte, que vendría a ser una especie de doble del neurótico obsesivo que, ora cae del lado del objeto amoroso, ora cae del lado del sujeto mismo, desdoblándolo, que es lo que él va a ubicar en el caso de este recuerdo de juventud de Goethe.
 Goethe tiene veintidós años, está viviendo en Estrasburgo y vive una pasión amorosa por una mujer, Federica Brion. Lacan llama la atención sobre el hecho de que dicha pasión dura poco tiempo, es Goethe mismo el que deja caer este amor. Y sin embargo dice que hasta muy avanzada la vida de Goethe, él no puede olvidarse de esta experiencia amorosa. Hay entonces una especie de enigma, dice Lacan, en el hecho de que por un lado fuera Goethe mismo quien dejara caer esa relación amorosa, y que por otra parte ésta permaneciera para siempre inolvidable.
Entonces va a seguir un poco el recorrido anecdótico del recuerdo juvenil. Tiempo atrás, Goethe había tenido una relación con una tal Lucinda. La hermana de Lucinda lo había convencido de dejar a Lucinda, diciéndole que le estaba haciendo daño.  Pero no deja de pedirle como premio un beso. En el momento en que Goethe está besando a la hermana de Lucinda, ésta los encuentra y maldice esos labios, deseándole una desgracia a la primera que los bese.
¿A qué lugar viene este recuerdo en la biografía de Goethe? A que esta relación con Federica Brion es justamente la primera que él logra establecer después de esta maldición. Lo que señala Lacan es que en realidad Goethe trasmite el encuentro con Federica como un encuentro que rompe con esta barrera de esa prohibición interna de besar a otra mujer que él mismo se había hecho. Y  Lacan se detiene en el hecho de que a la vez que Goethe manifiesta una especie de embriaguez propia del triunfo que alcanza al acceder a esta mujer, al poder atravesar esa barrera de la prohibición, por otro lado se aleja de ella.
La interpretación que va a hacer Lacan es que en este caso en realidad no hubo ningún atravesamiento de esa prohibición, sino que ésta se desplazó, encontró otro lugar. Pero lo que realmente le interesa a Lacan en este texto, es  ubicar la cuestión del desdoblamiento narcisista y de la muerte como doble (o como partenaire) en la neurosis obsesiva. Es así como va a seguir todos los meandros de este recuerdo de juventud de Goethe. Cuando Goethe conoce a Federica va por primera vez a la casa totalmente disfrazado, se le ocurre a modo de chanza ir disfrazado con un amigo. Se disfraza de estudiante de teología, se pone una sotana raída, rota, y cae así en la casa de ella. Hay entonces un momento de cierto desconcierto, pero cuando se encuentra con la presencia seductora y deslumbrante de esa mujer, es en ese momento que se arrepiente de haber ido disfrazado, quiere rápidamente volver a su casa para volver con su mejor atuendo.
Sin embargo vuelve a la casa para cambiarse y en el camino se le ocurre continuar con el juego y esta vez va disfrazado, no de estudiante de teología sino de mozo de albergue, o sea: peor todavía. Le pide prestada la ropa a un mozo y va vestido así. Lacan lo que señala en todo este juego de Goethe es la manifestación de lo que sería la parada o el juego sexual, en el plano imaginario. Pero, más profundamente, hay una observación que hace Goethe allí, él compara esta operación de disfraz, el hecho de disfrazarse, con lo que hacen los dioses para mezclarse con los humanos y no  perder su inmortalidad: tienen que parecerse a ellos para no perder sus características superiores.
Es en ese punto que se trata de la muerte, bajo la forma de la pérdida de la inmortalidad. Lo que Lacan ubica aquí en la vía del disfraz puede tener distintas manifestaciones en la neurosis obsesiva. Cuando el obsesivo logra no huir frente al objeto de amor (que es lo que él venía haciendo, y es también lo que hace Hamlet), cuando logra no huir de este amor y logra enfrentarse a él y que el objeto no se divida, ya que también puede enfrentarse a él y que se divida (como ocurre en el caso del Hombre de las Ratas, entre la mujer rica y la mujer pobre). Cuando logra acercarse a un objeto de amor unificado, entonces el desdoblamiento cae sobre el sujeto mismo y se hace presente un doble narcisista, que en este caso sería el personaje que él encarna al disfrazarse, sobre el cual va a caer la muerte.
 Lacan va a decir: es una precaución, es una medida preventiva. En el campo de este deseo que lo atrae hacia a Federica, cada vez que él se acerca a Federica, que va hacia la casa de Federica, necesita desdoblarse.  Con esta operación Lacan  rectifica la estructura del Edipo freudiano, ya que le agrega un cuarto elemento, que él propone como estructural. Y también aparece una vía que no fue suficientemente desarrollada por Freud, aunque sí fue señalada (en el caso del Hombre de las Ratas):  se trata del papel que juega la muerte en la estructura de la neurosis obsesiva, un papel claramente defensivo frente al encuentro con una mujer.
Esto es lo central que toma Lacan del texto de Goethe. Es así como encontramos, tanto en el abordaje de Shakespeare como en el de Goethe por parte de Freud y Lacan,  una posibilidad de esclarecer la estructura del deseo neurótico.
Hay algo que me había olvidado de comentarles, algo que dice Lacan en el Seminario XXIV, que me parecía interesante respecto de la poesía. Dice: “Lo interesante de la poesía es que produce un efecto de sentido pero a la vez un efecto de agujero”. Y me parece que es esto, que por un lado nos da el sentido de estructura (si queremos hacer una lectura de un texto literario desde el psicoanálisis), pero no podemos dejar de quedar afectados por el efecto de agujero que tiene como esencia misma el texto literario. Y que es irreductible, es imposible tomar el texto literario solamente desde la perspectiva de la formalización, porque entonces se nos escapa quizás lo central de lo que se trata.
Quizás lo que Lacan introduce más fuertemente, o refuerza, en el Seminario XXIV, es la vía poética por la que transita la experiencia analítica misma. Así como hubo otros momentos anteriores en los que acentuaba más la vía lógica, éste es un momento en el cual él quiere darle todo su alcance a la dimensión poética de la experiencia analítica. Me resulta interesante tomar esto porque me parece que es lo que hace que no solamente tanto Freud como Lacan hayan recurrido a estos autores, sino también que fueron inspirados por ellos. Podríamos decir que hay un punto en el cual algunas de las cosas que han pensado, que han logrado formalizar tanto Freud como Lacan, les han llegado a través del deseo de un escritor al que han leído. Entonces me parece situar ese punto ahí, donde se trata de la transmisión de un deseo, no solamente de la letra, no solamente de lo que se pueda formalizar.

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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