Nieves Soria
PSICOANALISTA
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EL PSICOANÁLISIS Y LA ÉPOCA
 

Efectos clínicos de la forclusión de la castración
Comienzo este trabajo con un fragmento de la letra de una canción de la banda musical Bersuit Vergarabat, con el fin de comenzar a situar el campo clínico que me interesa abordar hoy...

Me serviré para ese fin de varias letras de canciones de esta banda, ya que encuentro en ellas una verdadera clínica poética de la época, tal como se manifiesta en este singular lugar del mundo.

 

Y abatidos van los dos
sin creencia o religión
(...)un retorno eterno
 al vacío, vacíos. (1)


Comienzo entonces ubicando el vacío en el centro del campo clínico actual, un vacío que no es otro que aquél que genera el discurso del capitalismo al forcluir la castración, tal como señala Lacan en su seminario de 1972.

Al distribuirse las flechas de un modo que da lugar a un circuito circular, se saltea la doble barra de la imposibilidad, lugar de la castración en el discurso del amo, la consecuencia es que el sujeto gira en vacío.

En el título de esta canción, llamada “Desconexión sideral”, podemos adivinar un efecto clínico de la forclusión de la castración, que es la desconexión del inconsciente. El eterno retorno al vacío que señala como consecuencia de la inexistencia de creencia o religión indica otro efecto clínico: el abatimiento.

 
La depresión generalizada.

 La extensión de la depresión en nuestra época obliga a considerar que nos encontramos ante una caída del deseo a escala masiva. La tristeza es un afecto que Lacan, siguiendo a Spinoza, propone en Televisión como el correlato de una cobardía moral (4). ¿Qué provoca la extensión de este fenómeno en nuestra época?

Lacan plantea en 1967 que en la posguerra surge una nueva posición subjetiva: el niño generalizado. (5) Es el momento de surgimiento de la industria del entretenimiento como respuesta denegatoria al horror de la Segunda Guerra. Se trata de un momento de renuncia del sujeto a la responsabilidad por el propio deseo, que encuentra su refugio en una posición infantil que permanece hasta hoy. El saldo de esta operación es una disolución de la angustia (afecto que mantiene un estatuto ético) en sus variantes topológicas “cobardes”: la depresión, el aburrimiento, las impulsiones, los ataques de pánico, el recurso al consumo de sustancias, el refugio en la imagen, etc.

 
La mutación del discurso.

 

 Y no hay más andanzas, se la pasa tecleando,
 A ver si raja por el monitor.
Nada pasó: los sueños se corrigen.
Y hoy viaja por la PC, detrás de la libertad.(6)


 

En su seminario El reverso del psicoanálisis, Lacan propone al sujeto actual como un producto de una mutación surgida en el discurso del amo antiguo, que dio lugar al discurso del capitalista. (7) La mutación es un cambio que aparece bruscamente en un ejemplar de una especie, y que se transmite por herencia. ¿En qué consiste entonces la mutación de la que somos producto?

Se trata del advenimiento de un sujeto, no ya del inconsciente, dividido entre dos significantes, sino del goce, dividido por la falta-en-gozar, por la carencia misma de un goce pleno, siempre a la búsqueda de un nuevo gadget que lo colme. Las expresiones de lalengua actual dan cuenta cabal de esta mutación: nos ponemos las pilas, nos desenchufamos, nos caen las fichas, hacemos un click.

La letra con la que inauguré este apartado ubica con precisión este movimiento que va desde las andanzas del sujeto del inconsciente, abierto a la contingencia del lapsus, al refugio en una ausencia de acontecimiento garantizada por la PC: los sueños pueden corregirse.

Efectivamente, se trata de un nuevo sujeto, ya que es capaz de gozar virtualmente, en un desenganche de lo real que vuelve posible una experiencia, incluso sexual, que escapa a la contingencia del encuentro corporal, encuentro del que debe mantenerse a distancia el sujeto eficiente de la actualidad, que no debe perder tiempo en los enredos del amor.

Este desenganche de lo real no deja de afectar al discurso: en el discurso del capitalista vemos cómo la flecha que en el discurso del amo va desde la verdad hacia el agente se invierte: ahora es el sujeto quien comanda sus S1.

 
La increencia en el síntoma.

 
Toma toma coca coca.
Y cada vez está más roca.
Huele, huele, y más le duele
No creer en otra cosa. (8)


 

Esta letra de una canción que no por casualidad se llama La calavera, sitúa la increencia como el dolor propio de la época. Podría decirse que el dolor de la increencia es un dolor inhumano, a diferencia del dolor que pueden provocar las creencias.

Las letras de Bersuit Vergarabat muchas veces ubican el recurso a ilusiones ofertadas tanto por las actuales versiones degradadas de “la religión” (evangelismo, carismatismo, espiritualismo oriental, sectas diversas) como por la ciencia misma, ilusiones que vienen al lugar que antaño ocupaba la creencia.

Pero dirijámonos ahora a aquella que inaugura la posibilidad de la experiencia analítica: la creencia en el síntoma. Tal como señala Lacan en RSI, “Lo que hay de sorprendente en el síntoma, en ese algo que, como ahí, se besuquea con el inconsciente, es que uno allí cree...” (9).

No es entonces lo mismo solicitar un tratamiento para curarse del síntoma sin perder tiempo que dirigirse al oráculo en el afán de descifrar lo que el propio síntoma quiere decir. Si bien la experiencia analítica avanza más allá de lo que en él llama a la creencia, al deshojar la envoltura formal del síntoma hasta llegar a su núcleo de goce, el abordaje de éste último por el análisis entra en impasse al faltar esa creencia, ya que imposibilita la instalación del sujeto supuesto al saber, sólo posible si se supone la existencia de un saber que puede dar cuenta del síntoma. Se cierra entonces la vía para la instalación de la transferencia.

Llegamos así a un punto crucial.

 
El apartamiento de las cosas del amor.

 

No es una herida,
es un hueco de amor. (10)


 
Lacan señala como efecto clínico fundamental de la forclusión de la castración que “todo orden, todo discurso que se entronca en el capitalismo, deja de lado lo que llamaremos simplemente las cosas del amor”. (11)

Tal como indica la canción, en la clínica actual no nos confrontamos con la herida que puede dejar el amor tras su paso, sino con un hueco en el lugar del amor. No se trata entonces de lo no sabido que sabe de la una equivocación, dando lugar al amor (12), sino de un malestar que, al entrar en disyunción con la dimensión del saber, lo está también con la del amor.

Las canciones de Bersuit Vergarabat exploran las distintas variantes de la imposibilidad del amor en nuestra época, acentuando fundamentalmente el recurso a la práctica de goce, aún fallido, en su lugar:

 Al goce sexual:       Coger no es amor, es mucho mejor. (13)

 Al alcohol:        Tomo para no enamorarme. (14)

 Al sexo virtual:

Por no estar ahí
tu amor perdí.
Igual puedo jugar
al Porno Star. (15)


 A la droga:                 

Sos de jugarte la vida,
un gran actor
que no se corre del papel

siempre derecho a la villa. (16)

 

Al coqueteo con la muerte:  

¿Qué importa perder la vida
Si ni siquiera es mía? (17)


 Al suicidio:  

 Y así nace el asesino
Que no sabe a quién lastimar.
Termina consigo mismo,
 A alguien tiene que matar.  (18)


 Al asesinato:  

 Mata porque quiere morir.
 Pero no sabe cómo

No quiere ser feliz,
no quiere descansar. (19)


 Los síntomas actuales parecen consistir en su mayor parte en los efectos de devastación a que puede llegar al sujeto en estas prácticas de goce.

La pregunta que se abre entonces es cómo opera el psicoanalista con estos nuevos síntomas y estas variantes antiéticas de la angustia al no contar con el amor de transferencia.

 
El deseo del analista como invención.

 

Lacan formalizó como instrumento fundamental del quehacer analítico un concepto que no se sostiene ni en un discurso, ni en la conexión con el inconsciente, ni en la creencia en el síntoma, ni en el amor de transferencia: se trata del deseo del analista.

El deseo del analista es una invención de cada analista, invención que el analista extrae de los  restos de su subjetividad analizada. Pero no se trata de una invención eterna, sino que  ocurre ( si ocurre) cada vez, en el encuentro con aquél que llamaré aquí, no necesariamente el analizante, ya que también puede tratarse simplemente de un consultante. Lo nombro entonces paciente.

En el deseo del analista se trata de abrir en la contingencia del acto, en la imposibilidad misma del psicoanálisis, el espacio para que algo nuevo se escriba, sin que se pueda saber de antemano en qué consistirá esa novedad para ese sujeto singular.

Para alguno se tratará de una inesperada conexión, a  veces dolorosa, con el inconsciente. Para algún otro, del establecimiento de un velo en el goce obsceno y exhibicionista al que empuja nuestro superyó actual. Para un tercero, de un anclaje de su deseo en lo real, como salida al mal encuentro con lo real en juego en la impulsión. Para alguien más, del descubrimiento de un recurso singular para el tratamiento de un goce que lo invade. Etc, etc., etc.....

La consecuencia no deja lugar a dudas: hoy más que nunca la clínica nos obliga a inventarnos como analista plural, cada vez. Se abre entonces para nosotros el desafío de probar que en cada una de esas situaciones de la práctica, una por una, hay analista, y que de ello resultan consecuencias absolutamente singulares, irreductibles a cualquier otra práctica psicoterapéutica actual. Y esto implica que, si bien del lado de quien consulta puede no haber una posición ética, no dejamos de encontrarla del lado del analista: una ética orientada  por un real que no se deja reducir a los estándares adaptativos imperantes.

 

 

 

Referencias bibliográficas.

 
1)      Bersuit Vergarabat, Desconexión sideral.

2)      Jacques Lacan, El saber del psicoanalista. Inédito.

3)      Matema introducido por Jacques Lacan en su conferencia Acerca del discurso psicoanalítico, dictada en Milán el 12 de junio de 1972.

4)      Jacques Lacan, Télevision. En “Autres écrits”, Seuil, París, 2001. Pág. 526.

5)      Jacques Lacan, Allocution sur les psychoses de l’enfant,  en “Autres écrits”, Seuil, París, 2001. Pág. 369.

6)      Bersuit Vergarabat, La oveja negra.

7)      Jacques Lacan, El reverso del psicoanálisis. Paidós, Buenos Aires, 1992. Pág. 181.La cita textual es: “Hablo de aquella mutación capital, también ella, que da al discurso del amo su estilo capitalista...”.

8)      Bersuit Vergarabat, La Calavera.

9)      Jacques Lacan, R.S.I. Clase del 21 de enero de 1975. Inédito.

10)   Bersuit Vergarabat, El viejo de arriba.

11)  Jacques Lacan, El saber del psicoanalista. Clase del 21 de enero de 1975. Inédito.

12)  Jacques Lacan, L’insu que sait de l’une bévue, c’est l’amour, inédito. Se trata de una de las lecturas posibles del título del seminario 24.

13)  Bersuit Vergarabat, Coger no es amor.

14)  Bersuit Vergarabat, Yo tomo.

15)  Bersuit Vergarabat, Porno Star.

16)  Bersuit Vergarabat, Mariscal Tito.

17)  Bersuit Vergarabat, La vida boba.

18)  Bersuit Vergarabat, La calavera.

19)  Bersuit Vergarabat, Perro amor explota.

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