Nieves Soria
PSICOANALISTA
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EL PSICOANÁLISIS Y LA ÉPOCA
 

Habitaciones del cuerpo
¿Qué nos anima?

No somos nuestro cuerpo sino que lo habitamos, en el mundo humano no hay cuerpo sin nombre. Yo, cuerpo y realidad son construcciones convergentes, imposibles sin la mediación de lo simbólico, lo que abre la pregunta acerca de los efectos de la declinación de la nominación paterna y la emergencia de nuevas nominaciones sobre los cuerpos: diferentes habitaciones que encontramos en nuestra época.

En la medida que el cuerpo del hablante es una construcción, lo que lo anima no es tan simple de establecer. Distinguiría una primera vida, la vida biológica, de una segunda vida a la que abre paso: la vida que vehiculiza la letra. Es en tanto que la letra es germen de vida que la función del nombre es fundamental en la animación del cuerpo.

Si bien encontramos anticipaciones desde el comienzo de la enseñanza de Lacan, es sobre el final de la misma que nominación y anudamiento se vuelven conceptos indisolubles, equivalentes.

 

El infierno

Lacan establece la nominación edípica como un anudamiento borromeo entre los tres registros por un cuarto anillo, de modo que ningún registro queda directamente implicado en relación con otro (1). Cuando éste es el tipo de anudamiento, el cuerpo es una construcción que se sostiene de una función eminentemente simbólica, que media entre el cuerpo imaginario y el cuerpo real. Así, el neurótico habita el infierno del deseo, atravesado por la función de la falta.

Esa función de mediación da lugar al acto de palabra, corazón de la intervención analítica, ya que el goce corporal está íntimamente ligado a un orden simbólico flexible, aunque no extensible. En esta vía la interpretación como equívoco revitaliza el cuerpo, desligando el deseo del fantasma. No hay salida del infierno del deseo, pero sí la posibilidad de habitarlo de otro modo, dejando caer el nombre del padre a perpetuidad (2), luego de haberse servido de él (3).

Las nuevas nominaciones, por el contrario, hacen más presentes las dimensiones imaginaria y real del cuerpo, prescindiendo de la función de mediación, lo que plantea una dificultad para le intervención analítica, a  cuya modalidad clásica a veces los nuevos sujetos parecen impermeables.

 

La cárcel

En un extremo encontramos el nombrar-para, un tipo de nominación que en su seminario Les non dupes errent Lacan señala como prefiriéndose cada vez más a la nominación paterna, subrayando que para que ésta opere generalmente basta con la madre, quien designa un proyecto para el hijo, encerrándolo en un  orden de hierro. Lacan indica que en estos casos lo social toma prevalencia de nudo (4). Se trata de sujetos que habitan cárceles, cuerpos rigidizados en una nominación que localiza el goce sin flexibilidad, y que da lugar a las tribus monosintomáticas propias de la época, nominaciones anónimas que tienen un efecto de ser, de anudamiento no borromeo, en el que la función de mediación está ausente: anorexias, bulimias, obesidades, adicciones, TOC, panic  attak, fobia social, etc.

En la práctica con estos casos la cuestión que se plantea es abrir un espacio, una reja de la cárcel, para equivocar la rigidez de la nominación propiciando a la vez un entramado simbólico más amplio para que el sujeto pueda realizar un nuevo anudamiento, prescindiendo de aquél. Conseguir con el corte y el empalme operar a la vez equivocando y orientando una nueva trama, enseñando al sujeto a servirse de otros nombres por encima de los cuales había pasado esta nominación.

Patricia es nombrada para ocuparse del negocio familiar, lo que realiza con éxito a costa de su deseo, renuncia que se estampa en una obesidad que la encarcela y la lleva al análisis. La equivocación de la nominación desliza del físico en el que se decía atrapada a la física, pasión que retoma en la vía del deseo.

 

El limbo

En el otro extremo encontramos nominaciones lábiles, que frecuentemente dejan suelto  el lazo entre algunos registros, generalmente nominaciones imaginarias que deslizan, que dan lugar a un goce disperso, vacío, en el centro de la experiencia analítica de estos sujetos. Sujetos errantes, en los que no es posible encontrar ningún efecto de ser fuerte, tampoco de deseo. Habitantes del limbo, se trata de sujetos que son sucesiva o simultáneamente polisintomáticos, presentando una estructura polimorfa, cuyo correlato es un cuerpo que no cae en ningún lugar.

En la práctica con estos casos la intervención analítica apunta a introducir una orientación que posibilite un tejido de lo simbólico que sostenga el cuerpo y haga agujero localizado, alejándolo de la pura dispersión de lo real, orientando la cura en una función efectiva de nominación.

Raúl llega mortificado por el estado de inercia en el que su vida se pierde, entre la marihuana, las masturbaciones, la computadora y lecturas dispersas, en un encierro autoerótico del que no encuentra salida. El encuentro con el deseo del analista lo pondrá en el camino de la escritura, en el que logra hacerse un nombre.

 


Referencias bibiográficas

1) Lacan, J. Seminario 23. El sinthome. Paidós. Buenos Aires, 2006. P. 21.

2) Lacan, J. Seminario 22. RSI. Inédito. Clase del 11 de marzo de 1975.

3)  Ibid 1. P. 133.

4) Lacan, J. Seminario 21. Les non dupes errent. Inédito. Clase del 19 de marzo de 1974.

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